Franz Beckenbauer sólo aparca su arrogancia cuando menciona a Fritz Walter. Esas son palabras mayores: Fritz Walter.
Beckenbauer, por entonces capitán de la selección alemana, invocó al
mito el 3 de julio de 1974, minutos antes de que comenzara la semifinal
contra Polonia. Puede parecer curioso, pero los alemanes temían más a
los rapidísimos polacos que a los holandeses de Cruyff. Diluviaba sobre
Frankfurt y parecía obvio hablar de Walter: decir "hace tiempo de Fritz Walter", en alemán, significa que llueve. Pero había mucho más. Se
cumplían casi exactamente 20 años de la final de Berna, y Fritz Walter,
el campeón más grande, iba a ver el partido. Beckenbauer reunió a sus
compañeros y les habló de Fritz Walter.
Fue un futbolista excepcional, una fiera en cualquier zona del campo.
Un Di Stefano, según quienes le vieron. Fue el hombre que dio a
Alemania la Copa del Mundo de 1954, con aquella increíble final de Berna
contra la gran Hungría. Llovía en Berna, y eso, evidentemente, ayudó.
Pero la grandeza de Fritz Walter superó una simple final, o una
simple carrera deportiva. Fue la grandeza de una vida extraordinaria.
Debutó con el Kaiserslautern, el equipo de su ciudad, a los 17 años. A
los 19, en 1940, vistió la camiseta internacional en un encuentro
amistoso contra Rumanía. Ya había estallado la guerra y la Alemania nazi
organizaba partidos con sus aliados. Luego se acabó el fútbol. Fritz
Walter fue reclutado, asignado a las fuerzas paracaidistas y lanzado
sobre la frontera entre Hungría y Eslovaquia. Le hicieron prisionero y
le internaron en un campo de concentración, donde contrajo la malaria.
Esa es la razón, bien conocida, de que no pudiera soportar el calor del
sol (le subía la fiebre) y prefiriera la lluvia.
Durante el cautiverio, jugó algún partidillo de fútbol con los
guardianes húngaros. Cuando llegaron los rusos, para llevarse a los
alemanes a un gulag soviético, los guardianes afirmaron que Walter era
austríaco. Y le salvaron la vida. Volvió a su país, volvió al fútbol,
dio dos ligas (1951 y 1953) al Kaiserslautern y capitaneó la selección
de 1954. Venció a los húngaros, pero no les olvidó.
Dos años después, en 1956, los tanques soviéticos tomaron Hungría
mientras la selección andaba de gira. Los jugadores se negaron a volver,
e iniciaron un triste peregrinaje por Europa occidental: Puskas,
Czibor, Kocsis, Hidegkuti y compañía se convirtieron en los
Globetrotters del fútbol de posguerra. ¿Saben quién les organizaba
amistosos y les prestaba dinero? Fritz Walter, que con casi 40 años
seguía siendo el capitán del Kaiserslautern y de Alemania.
Después de la retirada, sin apenas ahorros, declinó las ofertas para
convertirse en técnico o directivo. Eligió trabajar en la rehabilitación
de presos. Poco antes de morir, en 2002, afirmó que su vida había sido
"absolutamente feliz".
Piensen, por favor, en Fritz Walter cuando llueva sobre el césped. O
cuando un futbolista multimillonario se queje por cualquier cosa.
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