viernes, 28 de diciembre de 2012

Old Firm, una enemistad eterna



Quién iba a decir que la industrial y gris Glasgow se convertiría en la ciudad que iba a acoger el partido más emotivo del planeta. El clásico más antiguo a nivel mundial, con casi 120 años de existencia, revoluciona la Gran Bretaña cada vez que se pone en marcha. [...]
Y todo porque la religión, la política y la sociedad así lo han conseguido. Católicos y protestantes, Celtic y Rangers, están identificados con estratos diametralmente opuestos, que muchas veces han hecho de este una cita peligrosa.
Lo sucedido en 1971 fue el ejemplo más dramático. Una avalancha de espectadores en Ibrox Park, feudo del Rangers, acabó con la vida de 66 personas. Nueve años después se vivió la Old Firm más violenta de la historia, según cuentan testigos presenciales. La policía tuvo que cargar con dureza a caballo, contra aficionados de ambos equipos. El alcohol que llevaban encima los hinchas fue la causa de la batalla campal.
Historias como esta son difíciles de repetir en la actualidad. Ahora estos partidos se juegan en el mediodía, para evitar que los aficionados acudan en estado etílico al campo.

Dos orígenes antagónicos

Rangers-Celtic, 1930
Tras esta breve introducción es fundamental retroceder en el tiempo y conocer cómo nacieron los dos colosos. Rangers lo hizo en 1873 y Celtic en 1888. Desde la fecha de su fundación, tomaron caminos diferentes. No tenían nada en común, y es por ello que la rivalidad haya adquirido tintes existenciales.
Los 'Gers' fueron fundados por aficionados al remo. Desde el principio se convirtió en el equipo preferido de los estibadores del puerto. El origen de los 'Bhoys' llegó con la aparición del padre marista Wilfred Kerins, que creó una institución que tenía como objetivo recaudar fondos a favor de un comedor infantil para inmigrantes irlandeses.
Rápidamente el Celtic se convirtió en el equipo de la abundante colonia irlandesa establecida en Escocia, en su práctica totalidad, de origen católico. Esto hizo que en el Rangers empezaran a 'vender' con mucha fuerza que eran el equipo símbolo del protestantismo. Y así llegó el primer Celtic-Rangers. Supuso además el debut como club de fútbol del Celtic, que goleó por 5-2.
Poco a poco la rivalidad fue creciendo. Hasta que en 1909 se vivió una final de Copa que dio origen a la definición propia que tiene este derbi: Old Firm. El choque acabó en empate, por lo que se tuvo que repetir -no existían prórrogas-. El segundo partido, con las gradas del mítico Hampden Park abarrotadas, iba camino de repetir desenlace.
Sin embargo, por la grada circuló el rumor de que podría estar pactado de antemano el empate para poder disputar otra repetición más, con su consiguiente beneficio económico extra para los dos equipos, y aficionados de uno y otro lado invadieron el campo. Quemaron las taquillas, e incluso atacaron a los policías. La conclusión no pudo ser más drástica: el palmarés de Copa en Escocia cuenta con un hueco en blanco en la edición de 1909.
Old Firm significa vieja empresa. Este nombre simboliza la extendida opinión de que ambos conjuntos se benefician económicamente de la antipatía que se profesan. La rivalidad entre ambos es brutal, no hay duda. Pero paradójicamente fuera del campo son todo un uno. Lo negocian todo de forma conjunta, como los derechos de televisión o su posible ingreso en la Premier League inglesa. La antipatía que esto ha provocado en el resto de equipos escoceses es obvia.

Una rivalidad inevitable

Hasta la fecha la rivalidad tenía tintes, básicamente, deportivos. Sin embargo, en 1912 se instaló en Glasgow la empresa de astilleros Harland and Wolf. No contrataba a católicos... otro punto a favor de ir 'labrando' la enfervorizada rivalidad.
El sectarismo de las aficiones se agravó con la instauración del Estado Libre en Irlanda en 1921, tras siete siglos de dominio inglés. La zona del Norte, más pequeña, siguió perteneciendo al Reino Unido, mientras que la del sur se convirtió en el gran pulmón del Celtic.
Por aquella época, cada Old Firm terminaba muy mal. Las batallas campales eran ineludibles al final de cada encuentro, y se empezaba a asumir que la reconciliación era imposible. Es más, ¿para qué conseguirla?, que pensaba la mayoría.
Tras una época de tregua relativa vivida tras la II Guerra Mundial, la situación se recrudeció. Es cuando la política entra en juego. Así, era habitual ver alusiones al IRA en Parkhead, mientras que en Ibrox Park es muy habitual el cántico que reza 'Estamos hundidos en sangre feniana hasta las rodillas, rendíos o moriréis', en alusión al Sinn Fein, partido nacionalista irlandés y rama política del IRA.
En este último estadio también se viven momentos de exaltación cuando suena la canción Simply the Best, de Tina Turner. Al final se escucha un estremecedor '¡A la mierda el Papa!'

Johnston, una excepción histórica

Mo Johnston
Luego viene la aplicación de religión y política en el apartado deportivo. En el Celtic han jugado por tradición no protestantes, mientras que el Rangers llevó el camino inverso hasta que en 1989 se produjo el fichaje de Maurice Johnston. Estamos ante el único jugador de la historia que ha militado en católicos y protestantes.
El origen de Johnston era irlandés y católico, y tras ser traspasado por el Celtic al Nantes, el Rangers acometió su fichaje. El infierno que vivió en Ibrox Park fue tremendo. Todos en Glasgow le odiaban. Unos por ser un traidor y marcharse al rival -Celtic-. Otros, por considerarle un intruso -Rangers-. Al final, terminó marchándose a EE.UU.
La globalización también ha influido en esta rivalidad enconada. Ahora la mayoría de los jugadores son extranjeros, pero la esencia es la misma. Las polémicas siguen siendo constantes. La última se vivió hace unas temporadas, cuando el portero del Celtic, el polaco Artur Boruc se santiguó antes de comenzar una Old Firm en Ibrox Park. Boruc fue amonestado por las autoridades por atentar con este gesto contra el orden público...
La hostilidad que se vive en la grada es indescriptible. Cuenta todo aquel que ha presenciado uno de estos partidos que no hay nada comparable con un Celtic-Rangers. Ni un Boca-River, ni un Real Madrid-Barcelona, ni un Flamengo-Fluminense.
Esto lo deja claro Sir Alex Ferguson, entrenador del Manchester United y escocés, en su biografía: "Hay gente que insiste en que otras rivalidades futbolísticas pueden generar tanta intensidad como los choques entre Rangers y Celtic. Bien, he estado en San Siro, en el derbi de Milán, en Barcelona cuando fue el Real Madrid, he visto el Benfica-Oporto y me he visto envuelto con el Manchester United en partidos contra el City, el Liverpool o el Leeds. Créeme, no hay nada comparable con la atmósfera de un Celtic-Rangers".
En 1999, el colegiado escocés Hugh Dallas recibió un impacto de una moneda por parte de los aficionados del Celtic. Al final del partido sorprendió a todos con su discurso: "Tengo amigos en el mundo del arbitraje, como Collina, a los que les encantaría dirigir un Old Firm. Yo no lo dudaría: si tuviera que elegir entre arbitrar a las mejores estrellas del continente en la Champions League o un derby de Glasgow... me quedaría con nuestra propia batalla de gigantes".
La rivalidad, como estarán comprobando, es muy compleja. Es más, un amigo escocés me dijo en una ocasión que "el Celtic-Rangers es un Irlanda-Inglaterra. Los escoceses son mayoritariamente de otros equipos".

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Fritz Walter, el hombre que prefería la lluvia


Franz Beckenbauer sólo aparca su arrogancia cuando menciona a Fritz Walter. Esas son palabras mayores: Fritz Walter.

Beckenbauer, por entonces capitán de la selección alemana, invocó al mito el 3 de julio de 1974, minutos antes de que comenzara la semifinal contra Polonia. Puede parecer curioso, pero los alemanes temían más a los rapidísimos polacos que a los holandeses de Cruyff. Diluviaba sobre Frankfurt y parecía obvio hablar de Walter: decir "hace tiempo de Fritz Walter", en alemán, significa que llueve. Pero había mucho más. Se cumplían casi exactamente 20 años de la final de Berna, y Fritz Walter, el campeón más grande, iba a ver el partido. Beckenbauer reunió a sus compañeros y les habló de Fritz Walter.

Fue un futbolista excepcional, una fiera en cualquier zona del campo. Un Di Stefano, según quienes le vieron. Fue el hombre que dio a Alemania la Copa del Mundo de 1954, con aquella increíble final de Berna contra la gran Hungría. Llovía en Berna, y eso, evidentemente, ayudó.
Pero la grandeza de Fritz Walter superó una simple final, o una simple carrera deportiva. Fue la grandeza de una vida extraordinaria.
Debutó con el Kaiserslautern, el equipo de su ciudad, a los 17 años. A los 19, en 1940, vistió la camiseta internacional en un encuentro amistoso contra Rumanía. Ya había estallado la guerra y la Alemania nazi organizaba partidos con sus aliados. Luego se acabó el fútbol. Fritz Walter fue reclutado, asignado a las fuerzas paracaidistas y lanzado sobre la frontera entre Hungría y Eslovaquia. Le hicieron prisionero y le internaron en un campo de concentración, donde contrajo la malaria. Esa es la razón, bien conocida, de que no pudiera soportar el calor del sol (le subía la fiebre) y prefiriera la lluvia.
Durante el cautiverio, jugó algún partidillo de fútbol con los guardianes húngaros. Cuando llegaron los rusos, para llevarse a los alemanes a un gulag soviético, los guardianes afirmaron que Walter era austríaco. Y le salvaron la vida. Volvió a su país, volvió al fútbol, dio dos ligas (1951 y 1953) al Kaiserslautern y capitaneó la selección de 1954. Venció a los húngaros, pero no les olvidó.

Dos años después, en 1956, los tanques soviéticos tomaron Hungría mientras la selección andaba de gira. Los jugadores se negaron a volver, e iniciaron un triste peregrinaje por Europa occidental: Puskas, Czibor, Kocsis, Hidegkuti y compañía se convirtieron en los Globetrotters del fútbol de posguerra. ¿Saben quién les organizaba amistosos y les prestaba dinero? Fritz Walter, que con casi 40 años seguía siendo el capitán del Kaiserslautern y de Alemania.
Después de la retirada, sin apenas ahorros, declinó las ofertas para convertirse en técnico o directivo. Eligió trabajar en la rehabilitación de presos. Poco antes de morir, en 2002, afirmó que su vida había sido "absolutamente feliz".
Piensen, por favor, en Fritz Walter cuando llueva sobre el césped. O cuando un futbolista multimillonario se queje por cualquier cosa.

lunes, 17 de diciembre de 2012

¡Hasta luego!


El Barcelona sentenció el partido más esperado del año con un incontestable 4-1 y, de paso, también la Liga, si es que no lo estuvo de antemano, con el Real Madrid en estado crítico, incapaz de solventar  partidos que en condiciones normales acabarían con un saco de goles en la portería rival y sin despeinarse. 
Los más optimistas, no obstante, pensábamos que el Atlético era la alternativa a los blancos en la pelea por el título liguero pero, vista la superioridad que demostraron los blaugranas en el Camp Nou y los nueve puntos que nos aventajan, la Liga parece más que perdida. 

El Atlético salió al campo con una actitud admirable. Cedió la pelota al Barcelona, hecho que el más versado consideraría un suicidio. Pero los rojiblancos no perdieron en ningún momento la compostura ni la paciencia por no tener el balón. Las incursiones de Iniesta, Messi y Pedro eran sofocadas con serenidad y sangre fría por los jugadores atléticos, que no dejaban espacios al endiablado juego de los culés. De hecho, las pocas pérdidas de balón del Barcelona se convertían en contragolpes letales de los rojiblancos. Puyol y Piqué veían desconcertados como, un aparente inofensivo rival, agazapado en su campo, era capaz de hacer peligrar su dominio y de poner el marcador en contra. Dos pases rápidos, balón a Falcao y ocasión de gol. Un palo, un mano a mano con Víctor Valdes que se fue fuera y la tercera un gol para quitarse el sombrero, el pantalón y los calzoncillos si hace falta.

Por momentos parecía factible que el Atlético diera la campanada y ponerse a tres puntos. Con semejante hazaña hubieran sido pocos los que no lo considerarían un candidato al título. Pero una genialidad de Adriano puso los puntos sobre las íes y lo que parecía un rival seguro y peligroso se convirtió en el enésimo equipo al que el Barça ningunea. Así llegó el segundo gol, obra de Busquets, que derrumbó definitivamente el plan de ataque de Simeone. Con el resultado de cara para los de Vilanova el Atlético fue otro equipo distinto. También el Barcelona. Cómo no apareció Messi con los dos goles de rigor, finiquitando la segunda parte, el partido y las esperanzas de los que creíamos en una Liga distinta de las de los últimos diez años. El Real Madrid queda muy lejos, trece puntos, y el Atlético no es rival para el Barsa. Por ello el mensaje de Simeone es coherente y realista. Ir partido a partido en la Liga, como hasta ahora. Y no obsesionarse con quimeras.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los Mágicos Magiares



El equipo de oro, los magiares poderosos o los magníficos magiares llegaban a la final del Mundial de 1954 como la gran favorita. Se enfrentaban a Alemania, a la que ya habían ganado en la fase previa por 8-3. Todo apuntaba a que el equipo dirigido por Gusztav Sebes daría el titulo a Hungría. Sin embargo, los alemanes darían la vuelta al 2-0 inicial en el marcador y ganarían el partido. La final fue catalogada como el milagro de Berna.
Nadie esperaba tal derrota. Hungría venía de ser el epicentro futbolístico del mundo. Treinta y dos victorias consecutivas, veinticinco goles en ese Mundial y ejecutor de la eliminación de Brasil y Uruguay, en cuartos y semifinales, respectivamente. Un equipo que falló el único día donde el fallo no estaba permitido.

 

El oro de Helsisnki

Aquella selección, cuatro años atrás, renunció a asistir al Mundial de 1950 en Brasil, al igual que muchos otros combinados europeos. El equipo magiar tuvo que esperar hasta Helsinki 1952, en los Juegos Olímpicos, para decir al mundo que eran los mejores con el balón en los pies.
En la competición barrieron a sus rivales. En la final, ante la difícil Yugoslavia, dos goles de Ferenc Puskas y uno de Zoltán Czibor dieron el primer trofeo internacional a una selección que estaba destinada a pasar a la historia.

 

El juego bajo la impronta socialista

Una de las características de aquel combinado según Gyula Grosics, portero de aquel equipo, era que su juego se basaba en el compromiso solidario entre jugadores excepcionales. "Nuestro entrenador, Sebes, estaba muy comprometido con la ideología socialista, y eso se podía palpar en todo lo que decía. De cada partido o competición importante hacía una cuestión política", declaró el portero más de una vez. Una idea plasmada en el campo que mantuvo a Hungría en la hegemonía del fútbol durante más de cuatro años. Y es que el propio Sebes bautizó a aquel fútbol como un "fútbol socialista".

Entre la consecución del Oro Olímpico y el Mundial de 1954, Hungría fue una máquina de marcar goles. Nadie practicaba un juego tan ofensivo como ellos. Puskas era la estrella del equipo, acompañado de otros estiletes de verdadero lujo. Czibor como el delantero menudo y habilidoso, Sandor Kocsis como formidable rematador de cabeza, Nandor Hidegkuti como goleador silencioso, Jozsef Bozsik como timonel del centro del campo y Grosics como el guardameta más seguro del momento.
A todo este genial elenco de jugadores, hay que sumar la breve aportación de otro artista del balón, Ladislao Kubala, que solo llegó a jugar seis partidos con Hungría al decidir jugar como internacional con Checoslovaquia, y posteriormente, con España.

 

Los verdugos más elegantes de Inglaterra

Los magiares se paseaban por Europa como amos y señores del deporte rey, demostrándolo con creces cuando se enfrentaron a Inglaterra en Wembley. Los ingleses no habían perdido nunca en casa frente a un equipo no británico. Los húngaros sentaron el precedente. Con un despliegue ofensivo magnifico, los Puskas y compañía barrieron a la Inglaterra capitaneada por Billy Wright por 3-6 en 1953. Los húngaros, firmaron así, uno de los acontecimientos más importantes del fútbol inglés.
Después de ese partido, todo estaba dispuesto para ganar el Mundial, pero cosas del fútbol, Hungría se quedó sin trono mundial. Pero a pesar de la enorme decepción, los húngaros se conjuraron para intentarlo en 1958. El equipo tenía aún mucho recorrido para poder alzarse con la victoria en el Mundial de Suecia.

 

Una leyenda silenciada

La gran parte de los componentes de aquella selección provenían del Budapest Honved, equipo dominador de las competiciones domesticas del país. Entre 1950 y 1956, consiguieron cinco títulos de liga. El Honved, a finales de octubre de 1956 se desplazaba a Bilbao para jugar contra el Athletic en la recién creada Copa de Europa. En es mismo momento, estallaba la Revolución Húngara en contra de la ocupación soviética. El sueño de los magníficos magiares finalizaría en ese instante de la historia, y el Mundial de 1958 acabó siendo una quimera.

Muchos jugadores decidieron no volver a su país y se quedaron en España, como Puskas, que fichó por el Real Madrid, o Kocsis y Czibor por el Barcelona, este último previo paso por la Roma. De esta manera, se desintegraba uno de los grandes equipos de todos los tiempos, que desarrolló uno de los juegos más vistosos que se recuerdan.
Su final, inducido por cuestiones políticas, contribuyó a que la aportación al fútbol, y a Hungría, de esta formidable generación, quedara silenciada durante muchos años tras el telón de acero.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Indomable

Falcao. Radamel Falcao. F-A-L-C-A-O. Se me llena la boca. Cinco goles. Iguala la marca para un rojiblanco que obtuvo el doble campeón mundial Vavá en 1958. Ante el Deportivo de la Coruña Radamel Falcao acaparó todo el protagonismo, pasando a un segundo plano gracias a sus cinco goles todo el trabajo y el arsenal de virtudes que mostró el equipo de Simeone. Una de ellas fue Diego Costa, que quiso resarcirse de la mala imagen mostrada ante el Real Madrid y el Viktoria Plzen. Ofrecimientos, desmarques, lucha... fue la respuesta a aquellos que, no sin razón, le criticaron, para sentenciarlos con un excelente cabezazo que acabó dentro de la portería de Aranzubía y que ponía el 1-0 en el marcador.

Poco después, el Deportivo estuvo a punto de empatar gracias a un remate magistral de Valerón que chocó con el palo. Pero a partir de ahí, un Deportivo apático y sin defensa fue un juguete en manos de un Atlético agresivo, insaciable, liderado por el medio del campo, los canteranos Mario, Koke y Gabi, la otra de las grandes virtudes rojiblancas y que promete dar guerra. Pero, sobre todo, la actuación del colombiano fue lo que mató al Deportivo. Por difícil que fuera lo que intentara, todo le salía bien. Los imberbes centrales coruñeses, Insúa y Roderick, se fueron del Calderón con un castigo excesivo. No sólo la inexperiencia y la nula contundencia fue la culpable de la goleada. Falcao fue un martillo pilón, y ni el mismísimo Cerbero hubiera evitado semejante exhibición. 

De penalti, aprovechando un rechace, una preciosa volea desde fuera del área...hasta con el culo si hubiera querido, anoche las metía de todos los colores. Incluso con el partido sentenciado, Falcao arriesgó el cuello tirándose en plancha para rematar un despeje de Aranzubia, habiendo un defensa a su lado dispuesto a despejarlo de un patadón, tal era el hambre del Tigre. No quería meter tres, ni cuatro, ni cinco. Si hubiera podido, metería cincuenta. Piedad no parece ser una palabra que se encuentre en su diccionario, y los cinco zarpazos fueron la prueba de su falta de compasión ante presa tan dulce e inocente. Es un animal que pocas defensas son capaces de domesticar, y anoche sacó las retráctiles para hacer sangre. Hoy, mientras los medios lo santifican, el se esconde en la maleza al acecho de su próxima víctima. Un cazador cazado. Uno más en su lista. Falcao es una bestia salvaje. Indomable.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Ben Barek, la perla negra

Por J. A. Martín Petón.

Era un niño de ébano, un carboncillo con dientes blancos como la sal que ayudaba, a ratos, en el taller de carpintería de su padre, en el barrio Cuba, y a ratos se escapaba a la plaza de al lado a jugar al fútbol. O algo parecido al fútbol, porque era obligatorio jugar descalzo y, si el contrario  no se daba cuenta, era aconsejable jugar con doce (todos los equipos lo intentaban); si a un espectador le caía cerca el balón y avisaba en voz alta “¡que chuto¡” y el balón entraba, el gol valía. El portero tenía derecho a colocar al lado del poste un ayudante que le guardaba una pipa de kif para pegarle un tiento cada vez que el balón estaba lejos.
Era el primer fútbol de Casablanca, Marruecos, en aquella época del protectorado francés. Y el mejor de todos los jugadores era un chavalín fibroso y larguirucho llamado Larbi. Ben Barek.

Aún era un niño cuando quedó huérfano. Aún era un niño cuando se levantó el glorioso estadio Philippe, así llamado en honor del propietario de los terrenos, en ausencia de otros héroes con mayores méritos. En ese estadio, durante los años veinte, el pequeño Larbi grababa en sus ojos las hazañas de los mejores y luego, con unos cuantos trapos, hacía una pelota y las repetía con sus amigos y la mascota de turno. Por el estadio Philippe, Larbi vio pasar a Mathias Sindelar y su Wunderteam, vio también a la Hungría de Sarosi y a la selección francesa.
No mucho tiempo después en ese estadio le tocaría a él enfrentarse a los galos con la selección de Marruecos. Perdieron dos goles a cuatro, pero los franceses sabían que acababan de ver a un fenómeno mejor que todos los anteriores.

En ese momento, jugaba en la Union Sportive Marocaine (USM), donde había llegado a cambio de un trabajo. Hasta entonces su equipo era el Ideal, de segunda división, en el que jugaba junto a un amigo de la niñez, el extremo Cerdán. Pero duró poco en el trabajo y en la USM. Tras la exhibición de aquella tarde en el estadio Philippe, se fue al Olympique de Marsella por 35.000 francos en la mano y 3.500 de salario mensual. Tardó un par de encuentros en ser llamado a la selección francesa. Era tal su calidad, que el periodista deportivo Michel Druckre está convencido que a Ben Barek sólo le faltó la televisión para ser considerado uno de los más grandes.

El infortunio quiso que cuando el fenómeno estaba en lo mejor (26, 27 0 28 años, cualquiera sabe, porque no se conocía la fecha de nacimiento del jugador) explotó la segunda guerra mundial. Le atrapó en Marruecos y se tiró cinco años jugando para su anterior equipo, la USM, viviendo de sus ahorros y de los cien francos por partido que le daba el club. Pero el berebere tenía el aguante metido en el cuerpo  y cuando la contienda se cerró, volvió al fútbol galo. Jugó en el Stade Français y con él vino al Metropolitano. Fue tan deslumbrante lo suyo en el madrileño estadio de Cuatro Caminos que a punto estuvo el presidente Galíndez  de vender el casetón donde vivía Clares para pagar su traspaso al Atlético. No fue preciso. Y no hubo mejor inversión: ¿cómo pagar las dos ligas (1950 y 1951) que ganó Ben Barek con Helenio Herrera en el banco, y diez más, de Domingo a Adrián Escudero, rodeándole en perfecta formación? ¿Cómo medir en dinero su baile ante el fondo norte de Chamartín, después de hacerle un sombrero al meta madridista, aquella tarde (12 de noviembre de 1950) en la que al Madrid le cayeron seis, la mayor goleada entre los dos rivales? Luego se fue, claro, Seguro que ya no cumplía los cuarenta, pero el resistente volvió a Marsella, salvó a su Olympique del descenso  y lo condujo hasta la final de la copa.

Después volvió a Casablanca. Llovía aquel atardecer de septiembre. 1992. La sombra del Atlas cubría Marruecos. Llegaba el otoño. Un anciano, solo, pobre y enfermo, dejaba que los recuerdos le dieran el último calor. Todos los suyos, sus dos esposas, los hijos, le habían aventajado en el paso final. La vida se iba del cuerpo gastado de un genio, Larbi Ben Barek.
Siete días tardaron en advertir su ausencia. Siete días. Siete días en notar que ya no estaba quien había repartido tanta felicidad. En Casablanca había llegado el otoño. Hoy era ayer y Larbi Ben Barek se durmió para no soñar más. Los vecinos de la Medina de Sidi Beloud, impresionados por el final de Ben Barek , decidieron  darle el homenaje que oficialmente no había tenido. Con su catafalco a hombros, cruzaron toda la ciudad. Cuando llegaron al cementerio de Chouada, miles de admiradores caminaban tras el féretro. Hoy, el viejo estadio Prilippe, con la cara lavada por la modernidad, ha perdido el nombre del viejo tratante; ha ganado el del hombre que mejor lo trató: Larbi Ben Barek.   

domingo, 2 de diciembre de 2012

El triunfo de la nada


Cualquiera diría que tanto Mourinho como Simeone sacaron al terreno de juego a sus mejores jugadores, con la excepción de Filipe Luis, que fue sustituido por Cata Díaz, y Marcelo, ambos lesionados. 
Lo vivido en el Bernabéu fue un partido deplorable, sin fútbol alguno, sin medio campo en el que futbolistas de la talla de Arda Turan, Ozil, Alonso, Mario Suárez o Di María no eran capaz de hilar dos pases seguidos, bien por incapacidad, bien por táctica. El guión venía marcado por un único hilo conductor, el pelotazo. Lamentable, a pesar de las expectativas. 
La mejor versión del Atlético en los últimos quince años no pisó el césped anoche, salió un equipo limitado en la medular, sin bandas, con dos referencias ofensivas totalmente aisladas, Falcao, desaparecido en combate, y Diego Costa, protagonista pero no precisamente por méritos futbolísticos. Su partido se basó en calentar el partido y ponerse al nivel barriobajero de Ramos, Pepe y Coentrao, mereciendo la expulsión en dos ocasiones. Decepcionante la propuesta de Simeone.

Mientras tanto, el Madrid desaprovechó todo su potencial, no ya ofensivo, sino futbolístico en general, para caer rendido a la nada más absoluta y llevarse una victoria sin hacer ningún mérito. No digo que juegue como el Barcelona, ni puede ni debe. Tiene a Di María y a Cristiano, podría jugar por las bandas. Tiene a Modric y Ozil, pocos jugadores en el mundo tocan el balón como ellos. Y también los pases largos de Xabi Alonso...  Sin embargo, el planteamiento de Mourinho anoche desperdició todas estas cualidades. Una auténtica basura para cualquier espectador que tenga mínimamente los pies en el suelo y no se deje llevar por el fanatismo. El juego del Madrid dependió exclusivamente del acierto rematador de Cristiano. Ayer estuvo sensacional en ese aspecto, aunque dio muestras de su irreversible estupidez al intentar hacer un regate que le salió rana, pero desgraciadamente no hubo escarnios, pues jugaba de local. Esta apuesta a una sóla carta te puede salir bien, como sucedió anoche, pero en otras te puedes llevar una buena hostia, como con el Betis, el Getafe o el Sevilla. Y así les va.

Con esta derrota el Atlético despierta del sueño de pelear la Liga al Barcelona, que sigue a su rollo, pero mantiene una distancia cómoda con el Madrid. Sus verdaderos rivales, Valencia, Málaga y Athletic, no puntúan. Así, esta será la Liga más tranquila para el Atlético en muchísimo tiempo.